Aprendiendo amar

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Aunque hay imperfecciones en las leyes hechas por el
hombre, no puede haber defectos en las leyes de Dios.
De acuerdo a las leyes de Dios, matar a un animal es tan
punible como matar a un hombre. Aquellos que hacen
distinciones entre los dos están inventando sus propias
leyes. Incluso en los Diez Mandamientos se prescribe,
“No matarás.” Esta es una ley perfecta, pero al discriminar y especular los hombres la deforman. “No mataré al
hombre, pero mataré a los animales.” De esta manera,
las personas se engañan a sí mismas y se infligen sufrimiento a sí mismas y a los demás. En cualquier caso, sin
embargo, las leyes de Dios no excusarán tal comportamiento.
Todos son criaturas de Dios, aunque con diferentes
cuerpos o vestidos. Dios es considerado el único padre
supremo. Un padre puede tener muchos hijos, y algunos
pueden ser inteligentes y otros no muy inteligentes, pero
si un hijo inteligente le dice a su padre, “Mi hermano no
es muy inteligente; déjame matarlo,” ¿estará de acuerdo
el padre? Simplemente porque un hijo no es muy inteligente y el otro desea matarlo para evitar la carga, el
padre nunca estará de acuerdo. De manera similar, si
Dios es el padre supremo, ¿por qué debería sancionar la
matanza de animales que también son Sus hijos? En el
Bhagavad-gītā, Dios le declara a Arjuna que todas las
8,400, 000 especies de entidades vivientes son Sus hijos.
“Y Yo soy su padre que da la semilla,” dice el Señor. Así

como en la procreación material ordinaria, el padre da la
semilla y la madre desarrolla el cuerpo suministrando la
sangre necesaria al embrión, de manera similar, las entidades vivientes, partes y porciones del padre supremo,
son fecundadas por el Señor en la naturaleza material.
La dimensión del alma espiritual es muy pequeña y se
da en las escrituras como keśāgra–una diezmilésima parte de la punta de un cabello. Difícilmente podemos imaginar un punto muy pequeño dividido en miles de partes.
En otras palabras, es tan diminuta que no puede ser percibida ni siquiera por el microscopio más poderoso. Así,
la dimensión de la chispa espiritual es tan diminuta que
es invisible a la visión mundana. Toda esta información
se da en las escrituras, pero debido a que no tenemos la
visión adecuada, no podemos ver. Aunque nuestros ojos
materiales no pueden percibir la dimensión del alma, el
alma está, sin embargo, dentro del cuerpo, y tan pronto
como se va, toma otro cuerpo según su trabajo.
Uno siempre debe considerar que detrás de todas estas actividades se encuentra una superintendencia superior. La entidad viviente trabaja en el mundo material tal
como el oficinista trabaja en su trabajo, y se lleva un registro de servicio de su desempeño. La entidad viviente
no sabe cuál es la opinión de su superior, pero su registro
de servicio se mantiene en la oficina, no obstante, y de
acuerdo con sus actividades se le concede un ascenso o
un incremento de sueldo, o a veces puede ser degradado o incluso despedido. De manera similar, para todas
nuestras actividades hay testigos; por lo tanto, se dice en
las escrituras que las entidades vivientes están bajo una
supervisión superior y que son recompensadas y castigadas de acuerdo con su trabajo. Ahora tenemos cuerpos humanos, pero en la próxima vida puede que no los
tengamos; podemos tener algo más, mejor o más bajo.
El tipo de cuerpo lo deciden los superiores de la entidad
viviente. Generalmente, la entidad viviente no conoce
la ciencia de como el alma espiritual transmigra de un
cuerpo a otro.
El alma espiritual transmigra incluso en la duración de
una vida a medida que el cuerpo cambia. Cuando el cuerpo se manifiesta por primera vez en el útero de la madre,
es muy pequeño, como un guisante, y gradualmente desarrolla nueve agujeros–dos ojos, dos oídos, dos fosas
nasales, una boca, un órgano genital y un recto. De esta
manera el cuerpo se desarrolla, y mientras necesita desarrollarse dentro del vientre de la madre, permanece allí.
Cuando está lo suficientemente desarrollado para salir al
exterior, sale y crece. El crecimiento implica el cambio
del cuerpo. Este cambio no puede entenderse porque es
imperceptible para la entidad viviente. En la niñez teníamos cuerpos pequeños que ahora ya no existen; por
lo tanto, se puede decir que hemos cambiado nuestros
cuerpos. De manera similar, debido a la naturaleza de
las cosas materiales, tenemos que cambiar este cuerpo cuando deja de funcionar. Todo lo material se deteriora,
y como una máquina descompuesta o un trapo viejo, el
cuerpo se vuelve inútil después de cierto tiempo.
Si bien este proceso de crecimiento siempre está ocurriendo, el sistema educativo en las universidades modernas, aunque se considera avanzado, desafortunadamente
no se ocupa de esto. En realidad no hay educación sin
conocimiento espiritual. Uno puede aprender a ganarse
el pan, comer, dormir y aparearse sin una educación formal. Los animales no se educan–no son técnicos, y no
tienen títulos universitarios–pero también comen, duermen, se aparean y se defienden. Si el sistema educativo
simplemente enseña estos procesos, no merece el nombre de educación. La verdadera educación nos permite
comprender lo que somos. Mientras el hombre no desarrolle su conciencia mediante la comprensión de la verdad del ser, todas sus acciones se realizarán en la modalidad de la ignorancia. Una vida humana está destinada
a la victoria sobre las leyes de la naturaleza material. En
realidad, todos estamos tratando de alcanzar esa victoria
para contrarrestar la embestida de la naturaleza material.
La victoria final es conquistar el nacimiento, la muerte,
la enfermedad y la vejez, pero hemos descuidado este
importante punto.
Si el sistema educativo se ocupara de la adecuada utilización de lo que Dios está supliendo, mejoraría. Todas
las frutas y granos que comemos son dados por Dios,

quien suministra alimento a todas las entidades vivientes. En el Śrīmad-Bhāgavatam se declara, jīvo jīvasya
jīvanam: “Una entidad viviente es alimento para otra.”
(Bhāg 1.13.47) Los animales sin manos son comida para
los animales con manos, como nosotros. Los animales
sin patas son comida para animales con cuatro patas. La
hierba es una entidad viviente, pero no tiene patas con
las que moverse, por lo que las vacas y otros animales la
comen. Tales entidades inmóviles son alimento para los
animales en movimiento, y de esta manera el mundo está
en una lucha constante entre explotadores y explotados.
El más débil es explotado por el más fuerte; esta es la
ley de la naturaleza. Tradicionalmente, los Vaiṣṇavas, o
devotos de Kṛṣṇa, no comen carne. Esto no es solo por
el motivo del vegetarianismo, sino por el fomento de la
conciencia de Dios. Para volverse consciente de Dios,
uno debe seguir algunas reglas y regulaciones. Por supuesto, uno tiene que comer, pero la propuesta es que
uno debe comer los remanentes de los alimentos que se
ofrecen a Kṛṣṇa. Esta es también la filosofía del Bhagavad-gītā, en la que Kṛṣṇa dice:
patraṁ puṣpaṁ phalaṁ toyaṁ
yo me bhaktyā prayacchati
tad ahaṁ bhakty-upahṛtam
aśnāmi prayatātmanah

“Si uno Me ofrece con amor y devoción una hoja, una
flor, una fruta o agua, Yo lo acepto.” (Bg. 9.26)
No es que Kṛṣṇa esté hambriento y nos esté mendigando
comida. El propósito de esta ofrenda es crear una transacción
amorosa. Kṛṣṇa quiere esta transacción, “Tú Me amas y Yo
te amaré.”

Conocimiento espiritual a través de Krishna, Cap.Aprendiendo amar .

Por Su Divina Gracia A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupāda

Fundador y Actual Ācārya (maestro espiritual iniciador) del movimiento Hare Krishna
“Si me marcho, no hay causa de lamentación. Siempre estaré con ustedes a través de mis libros y mis ordenes. Siempre permaneceré con ustedes de esa forma.”

(Mayo 5, 1977)

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bhaktinacnael

Para el alma nunca hay nacimiento ni muerte. Y una
vez que ha sido, nunca deja de serlo. Él es innaciente,eterno, siempre existente, inmortal y primordial.

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